Tanto Lola como yo éramos reacios a meternos en obras. ¿Quién no había oído hablar de casas empantanadas durante meses y meses, de chapuzas al por mayor, de secuelas psicológicas de los propietarios? Un amigo nos contó que pidió que le cambiaran un enchufe de sitio, y al final le construyeron una piscina en la parcela de al lado, que no era de su propiedad. Ahora, visto lo visto, no estoy tan seguro de que fuera una broma. Aun así, después de mucho pensarlo, decidimos contratar a una cuadrilla de obreros para unir un pequeño despacho con nuestra habitación de matrimonio. Acordamos romper con esa convención social que parece exigir que la habitación más grande de la casa se reserve para dormitorio de la pareja. Siempre nos pareció un desperdicio de espacio. Ahora tendríamos una gran habitación para los dos, para nuestras cosas. Sigue leyendo
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El sueño del escritor
Relato que obtuvo el segundo puesto en el «II PREMIO DE PLAGIO CREATIVO» de la Escuela de Escritores
Por los campos de La Mancha cabalgan don Quijote y Sancho, enhiesto y solemne cual ciprés el caballero sobre el escuálido Rocinante, y a su lado el escudero, al trote de un burro sin nombre, mirando de soslayo a su señor, no muy convencido de las promesas de ínsulas y reinos que éste le hiciera.
―Dígame, vuestra merced, ¿qué es ese ruido que se oye, como de gorrino? –pregunta Sancho.
―Cuida tus palabras, majadero. Es don Miguel, que duerme como un bendito ― responde don Quijote ―Y déjalo estar, que cuanto más profundo duerme, mejor ha de soñarnos.
―Perdonadme, mi señor, pero fue esta mañana cuando me nombrasteis escudero y todavía no entiendo yo el lenguaje de los caballeros andantes. ¿Qué queréis decir?―pregunta Sancho.
Y don Quijote, después de dar un largo suspiro, responde: Sigue leyendo
Esperando al enemigo
El barco pirata flotaba en las aguas de un mar trasparente, los cañones estaban preparados y los tripulantes en sus puestos, ojo avizor, a la espera del enemigo, cuando de pronto el agua se cubrió de una espuma blanquecina con olor a limones que crecía por momentos, y un trasatlántico, como caído del cielo, avanzaba hacia ellos: no era el buque de guerra que temían, pero supieron que estaban fatalmente perdidos en el instante en que el niño se zambulló en la bañera.
La tentación
“Por favor, sea breve”, dijo la mujer desde el otro lado de la puerta. “Vendo Biblias”, resumí. “Gracias, pero no me interesa” dijo ella en un susurro, y la imaginé asomada a la mirilla sobre las puntas de sus pies descalzos y los pechos acariciando la puerta. Desde entonces vuelvo cada semana y tenemos la misma conversación. Sólo una cosa deseo: que nunca llegue a abrirme la puerta.
Microrrelato publicado en antología de Páginas de Espuma
Homenaje a mi suegro
A Enrique, en otros tiempos futbolista, le amputaron una pierna, y era esa pierna amputada la que más sentía. Es lo que se llama el miembro fantasma. Se imaginaba golpeando al balón en un estadio a rebosar, driblando a los contrarios, y no le suponía ningún esfuerzo porque a la desgracia de la pierna amputada se le sumaba la de la ceguera. “En total oscuridad, no me queda otra que ponerme a imaginar”, decía él con mucha resignación. Sigue leyendo