“Por favor, sea breve”, dijo la mujer desde el otro lado de la puerta. “Vendo Biblias”, resumí. “Gracias, pero no me interesa” dijo ella en un susurro, y la imaginé asomada a la mirilla sobre las puntas de sus pies descalzos y los pechos acariciando la puerta. Desde entonces vuelvo cada semana y tenemos la misma conversación. Sólo una cosa deseo: que nunca llegue a abrirme la puerta.
Microrrelato publicado en antología de Páginas de Espuma
Es genial…siento el mismo cosquilleo que cuando lo escuche por primera vez 😉
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Me ha encantado!
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Gracias
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