Animalitos

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“Me lo ha dicho un pajarito”

Es una frase que acostumbramos a decir cuando no queremos revelar nuestra fuente de información. Esto lo hacemos sobre todo con los niños para crear en ellos la conciencia de que, hagan lo que hagan y digan lo que digan, habrá siempre un pajarito chivato que nos mantendrá informados. Una versión light de un dios omnisciente.

Suerte para el pájaro que es un pájaro genérico, sin identidad, pues de lo contrario todo el mundo querría dar caza a ese pájaro cotilla que no deja de intimidarnos con su piar delator.

Pero lo que hoy me pregunto es el porqué de esa práctica de escondernos detrás de los animales:

“El ratón Pérez te dejó el regalo debajo de la almohada mientras dormías”.

 “Viniste al mundo un 18 de mayo a las tres de la madrugada en el pico de una cigüeña”.

 “ ¿Te ha comido la lengua el gato?”.

 “No fui yo, señor juez, quien mató a mi señora. Le juro que fue el animal que llevo dentro”.

Las niñas ya no quieren príncipes azules

sapo princesa

Al despertar, la princesa encontró a los pies de su cama una gran vasija llena de sapos, tal y como había pedido. Se frotó las manos, loca de contenta, y luego los fue sacando uno a uno para de un mordisco arrancarles la cabeza. Solo se detuvo cuando vio que en el suelo, bañado en sangre, yacía un príncipe sin vida, decapitado.

Contando delfines

delfines-saltando

Todo hombre lleva un animal dentro. También algunos animales llevan un hombre malogrado en su interior. Esto es especialmente notorio en dos animales: la oveja y el delfín. La oveja oculta un hombre triste con jersey gris de lana, pasivo e indolente. Lo descubrí de niño cuando oía balar a las ovejas, con ese lamento casi humano que reniega de su cárcel. El delfín, al contrario, esconde un cachondo mental, risueño y saltimbanqui. No parece muy descontento a juzgar por los brincos que pega en el agua, como poniéndole acentos al océano.

Antes, para dormir, contaba ovejas y mis sueños eran planos, sin fisuras ni imágenes. Mi despertar era lento y pegajoso. Ahora cuento delfines. Los hago salir del agua y entrar en ella, y ese aparecer y desaparecer provoca una gran agitación en mis sueños, que se pueblan de historias. Cuando despierto tengo que escribirlas, para que no me persigan todo el día.