Al despertar, la princesa encontró a los pies de su cama una gran vasija llena de sapos, tal y como había pedido. Se frotó las manos, loca de contenta, y luego los fue sacando uno a uno para de un mordisco arrancarles la cabeza. Solo se detuvo cuando vio que en el suelo, bañado en sangre, yacía un príncipe sin vida, decapitado.