El sueño de Augusto

Nadie creía que fuera una lagartija la que se colara en el sueño del famoso escritor. Pero es lo que él mismo me contó. Una lagartija que atravesando los paisajes de su memoria llegaba hasta el niño que fue, y recorría sus piernas percudidas y llenas de cicatrices, y se demoraba en la palma de la mano, ya domesticada por la comprensión del niño, sin palabras, solo las miradas que se cruzan inocentes, aún sin los resabios del mundo. Y luego el escritor despierta y la lagartija de la nostalgia sigue allí, sobre la almohada, dictándole al oído un relato infantil, pero el escritor, adulto y grandilocuente, con ese afán de trascender lo cotidiano, somete a la lagartija a una metamorfosis insólita y escribe en la máquina que aguarda sobre el escritorio el microrrelato que le dará mayor fama: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.

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