“Dios existe: lo creamos entre todos”, sentenció en el 2084 un Premio Nobel. Hay dudas en cuanto a la autoría de la frase. Unos se la adjudican al Premio Nobel de Física, otros al de Literatura. Lo cierto es que en el 2100 la Ciencia estuvo en condiciones de comprobar dicha hipótesis, y millones de cerebros de todo el mundo, de todas las religiones, fueron conectados mediante electrodos a pequeños ordenadores que enlazaban con un gran ordenador central. La resultante de todos los impulsos eléctricos se traduciría a imágenes en los millones de pantallas repartidas por el planeta. El día señalado, a la hora H, los representantes de la Humanidad pensaron en su Dios. Al instante, en las pantallas surgió un torbellino de imágenes: ancianos venerables de largas barbas, animales imposibles, hombres prodigiosos, rayos y centellas, esferas luminosas, luces informes… Durante unos minutos fue evolucionando toda la imaginería que la mente humana es capaz de producir, hasta que apareció una línea quebrada, de crestas desquiciadas y palpitantes, y luego la monótona línea recta que certifica la muerte. (Publicado en el diario El Mundo).