Ya en el estrado, el famoso escritor ha estado esperando a que cesaran los aplausos para comenzar la lectura de su discurso. Ahora, concentrado en la tarea, va modulando su voz grave, cuidadoso con el ritmo, sus ojos yendo desde el público a las hojas y de las hojas al público, que escucha embelesado las palabras inteligentes y emotivas del nuevo Nobel de Literatura. Hasta que de pronto el escritor se queda mirando hacia un punto del auditorio al final del patio de butacas. “Se ha emocionado”, susurran algunos de los presentes al ver la turbación en su mirada. Pero se equivocan: allí, entre el público, el escritor vio levantarse a la mujer que ahora camina hacia el estrado con la determinación de quien por fin ha decidido salir del anonimato, la mujer que le ha escrito todos y cada uno de sus libros, incluso el discurso que en este momento le tiembla entre las manos.