Ten cuidado, amigo, los virus que circulan por las redes pasan del ordenador a tu cerebro. Allí instalados infectan todo tu comportamiento: repetirás frases triviales, tristes tópicos, embustes, calumnias; comprarás compulsivamente las ofertas que destellan en la pantalla; rendirás culto a la estupidez, a la broma cruel; insultarás desde el anonimato a todo aquel que piense distinto que tú; alimentarás la ordinariez con tus “me gusta” a discursos-cloaca; tu cara será un permanente emoticón de ridícula felicidad porque el tontovirus quiere desterrar la tristeza pero no lo triste, el sentimiento y no la causa; intentarás hasta la extenuación seguir los consejos de innumerables listas avaladas por expertos de toda índole para que seas el mejor padre y el mejor amante; para que hagas el mejor cocido y el mejor negocio inmobiliario; para que ahorres en la factura de la luz y en las relaciones tóxicas; para mantener a raya tus niveles de azúcar, colesterol, ácido úrico y demás sustancias, y que no te olvides de que eres un laboratorio ambulante con riesgo de explotar… Listas y más listas, manuales simplistas, la caótica y banal enciclopedia de un mundo loco.
Pero yo tengo el remedio para escapar de estos virus que van vaciándote de ti y te convierten en una marioneta, en un bobo ilustrado, es muy fácil, solo tienes que… solo tienes que… tienes que… tienes que…