
Adán y Eva ya están sentados a la mesa. El café que Adán ha elegido tiene el olor de lo antiguo, con espejos de maltrecho azogue, columnas forradas de madera carcomida y fotos de escritores fallecidos. Su alma es de poeta y quiere que Eva así lo sienta. En un bolsillo del pantalón guarda el manoseado libro de Neruda, una antología. Es su primera cita con una chica, pero sabe que ellas se derriten con las poesías. Las dejará caer en la conversación y seguro que a Eva se le pone la mirada lánguida de las niñas enamoradas. Solo de pensarlo tiene que tirarse de los calcetines, un tic que le brota inevitable cuando está nervioso. Los calcetines que se me escurren suaves como liebres, se dice recordando la oda que Neruda les dedicó. Sigue leyendo