Fue la novela “Retrato de una madre de joven”, del escritor Friedrich Christian Delius, el último libro que leímos en el Club de Lectura, antes de que se cerraran las bibliotecas al decretarse el estado de alarma. Y ahora, mirando hacia atrás en el tiempo, la lectura de la novela se nos revela —sin que lo supiéramos entonces— como un homenaje a la primera capital europea que días más tarde habría de vaciarse de personas para protegerse del coronavirus, pues es Roma —junto con Margarita, joven alemana embarazada de ocho meses— la gran protagonista de la novela.
Me gustan y no dejan de sorprenderme estas casualidades en las que vida y literatura se entrecruzan.
El sábado 16 de enero de 1943, a las tres de la tarde, Margarita sale del edificio donde vive, en vía Alexander Farnesse, para dirigirse a la Iglesia de Cristo (iglesia luterana) en vía Sicilia, porque allí se va a celebrar un concierto de música sacra. Por recomendación de su médico, Margarita recorrerá andando el trayecto de tres cuartos de hora que la separa de la iglesia. Su marido, un soldado alemán herido en combate y aún convaleciente, se halla bastante más lejos: en Túnez, realizando trabajos administrativos en su regimiento. “Mira a tu alrededor, en Roma se puede descubrir algo hermoso cada día”, le dijo él antes de marcharse. Y aunque Roma es una ciudad en tiempo de guerra, Margarita puede seguir el consejo de su marido y pasear por las calles, contemplar y admirar la belleza de la Ciudad Eterna: la Piazza del Popolo, el Monte Pincio, Villa Medicis, Villa Borghese, la Piazza di Spagna… Y es también lo que hace el lector cuando camina al lado de la joven, al tiempo que escucha sus pensamientos: la añoranza del marido, la fortaleza de su fe, sus reflexiones, los sueños de un futuro mejor para cuando nazca su hijo.
Ahora, setenta y siete años después, los romanos viven —vivimos— confinados y toda esa belleza de la ciudad no encuentra ojos que sepan apreciarla. Es triste, pero los que estuvimos paseando por la Roma de 1943 a través de las páginas del libro confiamos en que pronto volveremos a las calles, con más ganas, y conscientes de esos momentos que la vida nos regala y no sabemos valorar hasta que los perdemos. Es lo que nos decimos unos a otros para darnos ánimos. Y ojalá que luego no nos olvidemos de no olvidar.