El hijo del famoso pintor está en la edad del “caca, culo, pedo, pis”. Un día entra en el estudio de su padre y le pide que le pinte una caca. El padre coge un lienzo de 30 x 30 y pasados unos minutos ha pintado una caca que hace las delicias del niño y que recuerda mucho a las cacas que venden en las tiendas de artículos de broma.
Pasan los años y el pintor muere. Su hijo, ya adulto y arruinado, vende un lote de los cuadros de su padre, que tiene en propiedad. Al marchante le interesa especialmente el cuadro de la caca que el padre pintó para el hijo. Ve en él un negocio y no lo puede disimular: sus ojos se mueven arriba y abajo con el símbolo del dólar reflejado en las pupilas, como en las máquinas tragaperras suben y bajan las piñas y los limones. El hijo le explica al marchante que por una cuestión sentimental no quiere vender el cuadro, y le cuenta el origen de aquella pintura. El marchante triplica la oferta inicial y el hijo cede argumentando que sería muy egoísta reservarse para él solo ese símbolo del vínculo entre un padre y su hijo.
El marchante, ya con las obras en su poder, organiza una exposición. El cuadro de la caca, a pesar de sus pequeñas dimensiones, o quizá por ello, se ha expuesto en un lugar privilegiado, separado de los otros cuadros, con el título “ESCATOLOGÍA DE LA EXISTENCIA”. De hecho, es la foto del cuadro de la caca la que se ha utilizado para el cartel anunciador de la exposición, y ahora toda la ciudad está cubierta por esa imagen, con el perverso y notable impacto de haber aumentado la cantidad de excrementos de perro, como si de esta manera sus dueños se sintieran ellos también un poco artistas, de tal forma que el concepto “pasear al perro” se ha permutado por el de “decorar las aceras” o por el de “performance canino excrementicia”.
Las críticas a la obra del pintor son magníficas, especialmente las vertidas sobre el cuadro de la caca: “El tufo de la vida en su máxima expresión”. “Arte en estado puro sobre las reminiscencias de la fase anal del obsesivo artista”, “El zurullo como síntesis de lo sublime y lo inmundo”, etcétera. Hay también algunas malas críticas, por supuesto, que dicen textualmente que el cuadro de la mierda es una auténtica mierda. Crítica que muy pronto recibe la réplica de uno de los críticos de arte más reconocidos del país, quien afirma que lo importante en el arte es la forma y no el contenido, y que si la mierda del cuadro fuera una rosa y no una mierda, no dirían que el cuadro de la rosa es una mierda. Y así es como entre ambos bandos, defensores y detractores, se declara una guerra dialéctica sobre el concepto de Arte y su finalidad, que, lejos de depreciar el cuadro, va aumentando su valor.
Muy bueno!! Se lo pasaré a mi hija, estudiante de bellas artes…..
Me gustaMe gusta
Pues, que bueno y muy cierto…jajajaj
Me gustaMe gusta