El lamento de Poseidón

 

Poseidón 2

La imponente figura de Poseidón emerge de las aguas. Su pelo y su barba están cubiertos por una espesa capa de alquitrán, y en las puntas de su tridente relucen, por efecto del sol de mediodía, dos botellas de plástico y una lata medio oxidada. Se queda mirando en dirección a la costa, atestada de gente semidesnuda. No acaba de entender esos gestos que hacen los humanos de embadurnarse el cuerpo para freírse después cara al sol. Debe de ser un extraño sacrificio que ofrecen para ganarse el favor de sus nuevos dioses. No, no lo entiende, pero sí sabe adonde irán a parar la pócima que se untan y los envases que la contienen.

Nostálgico de los mares de antaño, exhala un largo y profundo suspiro, y el oleaje que provoca hace las delicias de los surfistas en sus tablas. Luego empieza a hablar en voz alta, pero no es la atronadora voz que cabe esperar de un dios que ha emergido de las profundidades marinas, sino una voz lastimera, quejumbrosa, que invoca a Zeus.

POSEIDÓN: Oh, Zeus, yo antes podía viajar feliz y libre por los mares y océanos de la Tierra, en aguas incontaminadas. Ahora mi reino es la cloaca del planeta. Para desplazarme debo sortear las infinitas basuras que vierten los hombres, y contemplar la agonía de las especies que luchan por sobrevivir. Todos los dioses de la naturaleza te dirán lo mismo que yo te digo, pues ni los ríos ni los bosques escapan a la acción depredadora de los hombres. Te lo ruego, Zeus, usa tu poder para que comprendan que si esta Naturaleza muere, ellos también mueren, y que aun sobreviviendo… ¿qué clase de vida llevarían?, ¿podría llamarse realmente vida?

Aún no se ha borrado el eco de sus palabras cuando el telón del cielo se abre con estruendo y surge el rostro de Zeus como en un deslumbrante holograma. Tiene el gesto furibundo de alguien a quien acaban de despertar de una siesta divina, la cara abotargada como la de un pez globo, piensa Poseidón.

ZEUS: ¡Otra vez tú, Poseidón! Que seas mi hermano no te da derecho a darme la tabarra cada vez que tienes una ocurrencia. Y te recuerdo que la culpa del panorama que me has descrito es del taimado Prometeo, que no contento con ridiculizarme mediante trampas, nos robó el fuego a los dioses para devolvérselo a los hombres. Ese fue el origen del sinsentido en el que viven.

POSEIDÓN: ¿Ya estás escurriendo el bulto, Zeus? ¿Acaso tú, en venganza, no enviaste a Pandora con una siniestra ánfora de la que saldrían una vez abierta todos los males de la humanidad? ¿No ves que no les diste opción: que tuvieron que agudizar su ingenio para sobrevivir a tanto infortunio? También tú tienes parte de culpa. Olvídate del pasado, no seas rencoroso.

ZEUS: Pero han ido demasiado lejos. Se creen dioses y piensan que todo lo que cabe en su imaginación se puede y se debe hacer realidad, sin mirar las consecuencias.

POSEIDÓN: Te lo ruego, Zeus, olvidémonos de las culpas, pon remedio a este funesto porvenir. Echo de menos el tiempo en que los hombres se aprovechaban de la Naturaleza sin esquilmarla. Un tiempo en que yo regía sobre los vientos y tempestades, y no como ahora, que escapan a mi control y me siento un viejo inútil.

ZEUS: Ay, Poseidón, no seas tan pesimista. Recuerda que dentro del ánfora de Pandora también se encontraba La Esperanza, y aunque la confundieron con La Arrogancia, empiezan ahora a tomar conciencia de la alarmante situación que ellos mismos han provocado: reciclan la basura que producen, reducen las emisiones de gases, firman pactos para el control de las armas, practican un turismo sostenible… Es conmovedor verlos con sus bolsitas frente a los contenedores, cada contenedor con su colorcito, según el tipo de desecho; y ver grupos de voluntarios recorriendo las playas para limpiarlas de —entre otras cosas— las colillas que ellos mismo arrojan, restos de ese extraño invento con el que se intoxican a sí mismos… En fin, no tengas tan mala opinión de los hombres: le ponen buena voluntad.

POSEIDÓN: ¡Alto ahí, Zeus! ¿Tomar conciencia? ¿Turismo sostenible? ¿Control de las armas? ¿Contenedores de colores? Deja ya de hablar como uno de sus políticos en periodo de elecciones. Todo eso que dices que hacen es simple postureo —así lo llaman ahora— para acallar la poca conciencia que les queda. Son minucias si lo comparamos con lo que en verdad deberían hacer. No te pongas pedagógico y compórtate como un verdadero dios: sé un sádico, envíales algún castigo divino. Solo así entenderán, porque solo así entienden. No digo que les envíes plagas, que esas vendrán por sí solas si persisten en su negligente actitud, pero haz, por ejemplo, que un águila picotee el hígado de cada uno de ellos (¡eso es imaginación, y lo demás, tonterías!), como hiciste con Prometeo, hasta que lleguen a entender, antes de que sea demasiado tarde y arrasen este maravilloso planeta que no respetan, y que no se merecen.

ZEUS: Ufff, ¡vaya perra que has cogido, Posi! Está bien, me retiro al Olimpo, a ver qué se me ocurre. Y tú ten confianza en la humanidad y alégrate la vida. Busca una ninfa de aguas cristalinas —si es que aún quedan, aguas cristalinas quiero decir— y pídele que te lave el pelo y la barba porque así, alquitranado, das mucho asquito.

El telón del cielo se cierra en silencio y Zeus desaparece. Poseidón se hunde en las aguas y camina a grandes zancadas por el fondo marino. Siguiendo el consejo de su hermano, se esfuerza en imaginar un mundo mejor mientras va pisoteando un arrecife de electrodomésticos, el casco de un petrolero partido en dos, un tiburón reventado por los plásticos…

A lo lejos se oye el canto de las Sirenas.

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