Horóscopo

“Qué suerte que estemos tan súper enamorados, que nos queramos mazo, en plan mega enrollados”, se van diciendo Adán y Eva mientras pasean por el parque. Es primavera, una brisa cálida mece las hojas de los árboles y acaricia la piel tersa de los jóvenes amantes; el cielo es de un azul luminoso y los pajaritos trinan en armonía y no con graznidos de pájaros de mal agüero; los niños, generosos los unos con los otros, juegan muy tranquilos mientras las conversaciones de los padres que los cuidan discurren amistosamente.

“Oh, qué guay, qué bonita estampa, es como estar dentro de una de esas novelas románticas en que todo alrededor sintoniza con las emociones de los personajes”, dice Eva. “Calla, no sea que nos venga una de esas repentinas tormentas de primavera y se ponga a llover a cántaros”, bromea él. “No seas gafe”, replica ella. Y dicho esto, cogidos de la mano se alejan de los caminos más transitados para buscar mayor intimidad. Al fin encuentran un banco apartado donde sentarse, entre unos matorrales, y allí, sin más preámbulos, se afanan en besos, arrumacos y promesas de futuro. Tan ensimismados están que, solo cuando paran para darse un respiro, descubren el periódico que alguien se dejó olvidado en el banco. “Mira, está abierto por la hoja del horóscopo”, observa Adán. “¡Qué bien!” dice Eva dando palmas, “no te digo, de novela romántica; a ver qué nos dice”.

Adán es Tauro y Eva, Leo. Y cuánto les entusiasma esa coincidencia de ferocidad animal en sus signos, que, según ellos, representa a la perfección sus arrebatados encuentros en la cama. Divertida, Eva dirige lentamente su índice diestro al apartado AMOR, en el signo de Adán, y lee: “No desesperes, en breve encontrarás la pareja de tu vida”. Los dos se ríen, son personas racionales, no creen en horóscopos, es por pura diversión por lo que lo leen, y ella está segura del amor de Adán, aunque él se haya ruborizado al terminar la lectura; y qué ridículo pensar que todos los Leo en masa van a encontrar en breve a su pareja ideal. Sin dejar de reír es ahora Adán quien lee en el signo de Eva: “No deberías tener secretos con tu pareja, la confianza es la base de una próspera relación”. Más risas. “¡Conque secretitos, ¿eh?!» Y siguen riendo, pero es ya una risa forzada que a pocos se va aflojando, hasta que finalmente se congela en sus bocas, ahora los dos mirando al frente y en tensión, como sonrientes muñecos de ventrílocuo una vez acabada la función.