El punto de vista

En unas líneas de su libro “Fiesta”, Ana Iris Simón cuenta que cree que aprendió a escribir de su padre, que aprendió a escribir por él. O si no a escribir, sí a mirar. Y a continuación describe el momento en que un ratón se coló en su clase de segundo de primaria y el alboroto que causó. Estaban dando Inglés y de pronto el ratón cruzó el aula. Todos empezaron a gritar y a saltar de la silla, incluida la profesora, que se subió a un pupitre.

Cuando llegué a casa y le conté a mi padre muy excitada y moviendo mucho las manos que se nos había colado un ratón en clase y que tenía que escribir una redacción sobre ello, él me dijo que si nosotros nos habíamos llevado un susto me imaginara el pánico que habría sentido él al ver a una veintena de humanos, incluida una profesora de Inglés, saltando de sus sillas. Entonces me subí a mi cuarto y (…) empecé a escribir la historia desde el punto de vista del roedor.

Es tarea esencial de todo aprendiz de escritor el aprender a mirar, el adoptar otros puntos de vista. Solo así podrá multiplicarse en diferentes narradores, construir personajes diversos. Y luego el lector, a través de esas creaciones, podrá vivir otras vidas, confrontar su mirada con las de los personajes que pueblan los libros, comprender motivaciones, entender otras culturas… Es la maravilla que la literatura nos proporciona, y ojalá que esta facultad de ponerse en lugar de los otros en la ficción la ejercitáramos con más frecuencia en la realidad del día a día.

Pensando en este asunto del punto de vista, he recordado un magnífico microrrelato de Miguel Saiz Álvarez:

EL GLOBO

Mientras subía y subía, el globo lloraba al ver que se le escapaba el niño.

La sorpresa del cambio en el punto de vista transforma un hecho intrascendente, por cotidiano, en un microrrelato emotivo, pues aunque el protagonista es un objeto inanimado, al dotarlo de sentimientos, el distanciamiento y la pérdida nos producen una mayor emoción: lloramos con el globo. ¿Y no es esa distancia que se abre entre el globo y el niño una metáfora de la infancia perdida?